El final era esto. La juventud garabateada al dorso de la vida. En Lisboa hace calor. Claro que yo no estoy en Lisboa, pero me lo imagino. Entre tus brazos hace frío, por eso me he marchado. En Lisboa no me espera nadie, aunque yo recorra sus calles en sueños. Siempre hay una luz al final del túnel, dice un padre a su hijo. Puede que sí: luciérnagas o fuegos fatuos.
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