—Oye, ¿te gustaría ser negro?
—No sé, hay mucho racismo.
—Me refiero a escribir para otros, idiota.
—Ah, vale, eso ya tiene más sentido. Lo cierto es que lo intenté una vez: le mandé un relato a una chica para que lo presentara a un concurso. No tuve más noticias suyas, igual se fugó con el dinero.
—Hay aquí una oferta de trabajo y una serie de requisitos. Por ejemplo: «Si has leído y lees de todo».
—Creo que lo cumplo.
—«Si escribes habitualmente. Todos los días».
—Vaya, soy perfecto para el puesto.
—«Si ya tienes controlado el ego del escritor».
—O puede que no.
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