miércoles, 4 de marzo de 2009

La educación sentimental

La culpa fue del chachachá, que cantaba Gabinete Caligari, y esto se puede aplicar a todo, incluida mi educación sentimental, que fue vaga e incompleta. En realidad, todo lo que sé lo aprendí del porno, que siempre estaba a mano y nunca mejor dicho. Quizá de ahí vienen todos mis fracasos, los tempranos y los tardíos, porque era aceptar la fantasía como una posible realidad (aunque alguna satisfacción pornográfica sí que he tenido a lo largo de mi vida). Claro que esto no es serio, y es que yo no lo soy, pero escuchemos a quienes sí lo son y me dicen: tu problema es que sólo te fijas en las locas. No, no es verdad, es que las locas suelen ser las más guapas, eso es lo que pasa, y yo siento una especial predilección por la belleza. Ya de pequeñito me pasaba, que me quedaba extasiado ante las señoras de cuerpos firmes, de nalgas pétreas y senos exuberantes. Sabrina, Samantha Fox, aquellas mujeres de la prepubertad que nos iniciaron en un camino que sólo podía conducir a la perdición. Pero qué bonita es la perdición cuando incluye estar entre las piernas de alguna chica que tiene que morderse la mano para no gritar (lo que está mal hecho, pues nada cura tanto el ego como escuchar a una mujer hermosa gritar tu nombre mientras la penetras en alguna postura inverosímil).

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