sábado, 31 de enero de 2009

Amanecer

Este es el estado de ánimo con el que se levantan los suicidas, pienso mientras me visto con parsimonia en una habitación de hotel decorada al estilo de los años cincuenta (españoles, no estadounidenses). Hay una silla en la habitación, pero no tengo ninguna cuerda. De todos modos, la silla es demasiado endeble como para subirse a ella. Si tuviera una cuerda, y suponiendo que pudiera colgarla de la viga sin necesidad de una silla, tendría que tomar carrerilla e intentar meter la cabeza en el lazo de un salto. Suicidios olímpicos.
Pero supongo que morir aquí sería apropiado.
Cojo mi equipaje y salgo de la historia.

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