viernes, 12 de diciembre de 2008
Una vez en Madrid
Recuerdo que en Madrid las prostitutas me invitaban con la mirada, aunque luego seguro que cobraban. No fue el único tipo de prostitución que encontré, pues vi a un hombre frente a la Casa del Libro con un cartel anunciando que escribía poemas por la voluntad. Y no por la voluntad de poder, que diría Nietzsche, sino por unos céntimos. Me pregunté qué tipos de poemas serían, si serían como esos que ofertan para el móvil a eso de las tres de la mañana en la televisión, poemas para retrasados mentales, o si había perfeccionado su técnica de tal manera que, manejando siempre los mismos conceptos, podía pergeñar un poema personalizado en un momento. Poemas como caricaturas o algo así. Pero no sé, no me imagino a nadie yendo a casa y diciendo: mira lo que me ha escrito un señor por veinte céntimos. Aunque quién sabe, la gente es muy rara.
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