Colgaré de un árbol del jardín, como una piñata, como un farol chino. Mis pies, quizás, rozarán las briznas de hierba. Me balancearé suavemente, como un niño al que mece con amor su madre, y mi cuerpo será un péndulo que señala dónde crece la mandrágora. Los cuervos se posarán en mi cabeza y picotearán mis ojos. O no, seguro que los vecinos impiden todo esto.
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