A ella le pareció fatal que le dedicara el libro a otra. «No se tiran a la basura diez años de musa por un año de otra musa», me dijo. Pensé en responder que se dejara de rollos, que sólo habíamos estado juntos el veinte por ciento de esos diez años, pero para qué, si algo he aprendido es a no discutir con mujeres, es más sensato hacerse el loco. No puede entender que yo quiero una musa cercana, un «musarato» conmigo. Soy demasiado viejo para seguir persiguiendo a mujeres de otros. Ya no le encuentro la gracia. Que me persigan ellas, si quieren. O ellos para partirme las piernas. Seguro que al menos es entretenido.
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