miércoles, 17 de septiembre de 2008
La vida gris (3)
Cariño, me dice mi mujer, no te olvides de comprar mi crema para las hemorroides. Y salgo a la calle pensando que yo me imaginaba otra vida, no ésta, una en la que me acostaría con mujeres hermosas que no me pedirían cremas para las hemorroides, sino, en todo caso, algo más de lubricante o bien una buena descarga de semen. Todo se estropea, pienso. También yo, que ya no soy el mismo, que estoy medio calvo y fondón. Juventud, divino tesoro, que decía Rubén Darío. Ahora soy un barrigón de ojos tristes que mira pasar a las muchachas en flor. Adónde irán, me pregunto, y enseguida me contesto: a otras vidas, a otras vidas.
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