jueves, 5 de junio de 2008

Una mañana de junio

Ayer fui al Paseo del Parque, que bullía de actividad por lo de la Feria del Libro. Vi en una caseta a una chica guapísima, preciosa, vendiendo libros y pensé que ahí estaban reunidas mis dos aficiones favoritas: libros y chicas guapas. Quizás era una señal, quizás era la mujer de mi vida. Muy posiblemente no.
Entré en la caseta donde se celebraba el acto de presentación del libro de Málagacrea, donde me enteré de que me habían otorgado una mención especial por un relato que al principio se llamaba J'ai perdu ma plume dans le jardin de ma tante, pero al que luego cambié el título porque pensé que les iba a parecer poco serio, poco literario, hacer referencias a Mortadelo y Filemón. Yo es que soy poco serio, todo el mundo lo sabe. Pero no entiendo que esta vez no me avisaran, ¿quizás ya no nos dan ni una triste placa conmemorativa? Quién sabe, a lo mejor el año pasado también me dieron una mención especial y no me enteré por no acudir al acto de presentación del libro. En cualquier caso, no estuve allí ni cinco minutos, que Alba empezó a mandarme mensajes al móvil diciéndome que estaba por ahí.
Llegó con el bebé y lo primero que le dije fue: ya es casi tan alto como su padre. Nos sentamos en un banco y se puso a darle el pecho al niño. Unos sin techo la observaban ávidamente, pero no sé si era hambre o lujuria. ¿Has visto cómo se me han puesto las tetas?, me preguntó. Algo he notado, contesté. Parecen de silicona, cuando me levanto por las mañanas parezco un "travelo", dijo ella.
Estuvimos un rato en el parque contándonos nuestras vidas y luego la acompañé a su casa, que uno es un caballero a pesar de todo. Me ha gustado verte. A mí también. Y me marché pensando en literatura y mujeres, como siempre.

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