miércoles, 4 de junio de 2008

En una calle cualquiera

-Oiga, usted.
-¿Yo?
-Sí, usted, el del sombrero.
-¿En qué puedo ayudarles, caballeros?
-Documentación.
-Ah, son de la secreta.
-Ni somos ni dejamos de ser.
-Perdonen, no pretendía ser indiscreto. Aquí tienen.
-Aquí dice que es usted fresador.
-Así es.
-¿Eso es uno que cultiva fresas?
-No exactamente, es un trabajo de fábrica. Mire, consiste en...
-Da igual, está usted detenido.
-¿Detenido? ¿Pero por qué?
-Por recitar poemas.
-¿Recitar poemas? ¿Yo? ¿A mis años?
-No se haga el loco ahora, le hemos visto murmurando.
-Bueno, sí, eso es cierto, pero iba pensando en voz alta en mis cosas, en mis problemas. ¿Acaso eso es un delito?
-Pero es que iba murmurando poemas y no tiene usted carnet de poeta político.
-Le repito que no eran poemas. Yo tengo muy poco de poeta.
-No niegue lo evidente. Usted murmuraba con una cadencia precisa, pero no bailaba, así que no estaba cantando a media voz. Y tampoco rezaba, que en su documentación aparece como ateo. Ergo, recitaba poesía. Está claro.
-Esto es un atropello.
-No, señor, es un arresto. Pese a ser poeta, no es usted muy bueno con las palabras.

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