martes, 4 de marzo de 2008
Un encuentro fortuito
Me encontré con ella en Praga, en un hotel de mala muerte. Decía que venía a asistir a un ciclo de conferencias sobre el existencialismo, pero no me creí nada. Se notaba que estaba nerviosa, miraba de un lado a otro del vestíbulo como si pensara que la espiaban y temblaba bajo el abrigo, que no ocultaba lo delgada que estaba ahora. Sentí entonces una repentina simpatía hacia ella y, por qué no admitirlo, cierto grado de excitación sexual, pues siempre me han ido las mujeres que están en las últimas. "Vamos a comer algo, yo invito", le dije, pero declinó mi oferta como si le hubiera hablado de acostarse conmigo -que, en realidad, era mi propósito oculto-. Se marchó de allí asustada, casi corriendo. Yo volví a mi habitación, resignado, y me masturbé en silencio, para olvidar tan lamentable episodio.
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