Está muerto, aunque no lo sabe. Bueno, seguro que alguna sospecha tiene, sobre todo por las noches, cuando todo el mundo duerme y él no. Le gusta bromear sobre su vampirismo, de cómo ha estado viviendo de nosotros todos estos años, sin saber que se acerca mucho a la verdad. Algunas noches, cuando me cuesta conciliar el sueño (sí, llámame vampiro también a mí), veo su figura enjuta en la terraza: desnudo, como si el frío no le afectara, como si le hubiera abandonado el calor de los vivos hace mucho tiempo. Siempre inmóvil y con la mirada perdida, como si esperara algo que sólo sabe él.
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