martes, 25 de marzo de 2008
De la nocturnidad
Me paseo ebrio por esta ciudad que dicen es la mía con Zalacaín el aventurero, de Pío Baroja, dentro del bolsillo de mi destrozada chaqueta, por aquello de tener algo de lectura luego en el autobús de vuelta a casa. Es sábado por la noche, por ser Semana Santa se puede hacer botellón en la calle y pasear dioses muertos (ni eso pudieron inventar, que también Osiris resucitó). Le mando un mensaje a Alba para que deje al niño con su padre y se venga al centro, pero no me responde; me la imagino acusándome de borracho y cosas peores. Pienso en mandarle otro a Babeth, pero recuerdo aquello que escribí una vez -y que ella recitó tan bien en la cama- y finalmente no lo hago. Enfrente del Velvet, que antes se llamaba Sonic, me presentan a una chica que se llama Clara. Declaramos no habernos visto nunca antes, pero luego recuerdo que sí la conozco, es la ex novia de Christian y una vez fui sentado junto a ella en el asiento de atrás del coche de Dani (ella llevaba una falda muy corta y yo miraba con admiración sus piernas). Me indigna un poco que no me recuerde, pero no digo nada, al fin y al cabo yo también la he olvidado por unos instantes a pesar de su belleza. Pronto me doy cuenta de que ésta no será una noche de cambios históricos, aunque valore la posibilidad de acercarme a alguna chica y decirle que soy el poeta más grande de mi generación. Bueno, quizás otro día o en otra vida. De todos modos, yo busco otra cosa, pienso cuando llego a casa, aunque no recuerdo qué.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario