miércoles, 27 de febrero de 2008

Otoño

Querida, me tratan bien aquí, todo lo bien que se puede tratar a alguien como yo, aunque sea pagando. Todo es apariencia, que decía yo cuando era joven y perseguía chicas como tú, siempre dispuestas a todo. Por las tardes, cuando el sol declina (como la vida, como la vida, que repite uno de los internos), vuelvo a preguntarme una vez más aquello de "¿y todo esto para qué?". Pero la mayor parte del tiempo apenas pienso en eso, de algo tendrán que servir las drogas que tan eficientemente me dan a diario. A menudo, no te voy a mentir, fantaseo acerca de la ropa interior de las enfermeras; en realidad, fantaseo acerca de su ausencia, imagino que bajo sus batas blancas esconden la eternidad, la eternidad con la que olvidar la desdicha y soledad de estar vivo. Me pregunto qué pensarán ellas de nosotros, si nos despreciarán como parece ser. "Yo era poeta cuando la poesía significaba algo", le dije una vez a una de ellas, que me dedicó un gesto de disgusto como única respuesta. Supongo que no me creyó, que me tomó por un viejo loco, que es lo que posiblemente soy. De todas formas, quizás me inventé aquello como todo lo demás.

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