jueves, 28 de febrero de 2008
Noctívagos
Anduve sin rumbo por las calles desiertas, por las noches eternas, buscando eso que llaman vida. Creí encontrarlo al amparo de alguna chica que perdía la sensatez en mis brazos mientras yo la recuperaba en los suyos, pero amé sólo a unas pocas, no fui capaz de más. A una de ellas ni siquiera llegué a decirle lo que sentía, aunque pienso que a una mujer no se le puede engañar en eso. Las declaraciones de amor eran superfluas, ella sabía que mi forma de mirarla no era sana, que después de conocerla había aceptado que existía cierta forma de magia. Nunca supe decirle que me encantaba tumbarme a su lado y dejar que la luz que pasaba a través de las venecianas acariciara nuestros cuerpos, arrellanarme en el silencio y pensar que no había más mundo que el que contenía esa habitación. Quizás, si se lo hubiera dicho, no habría sucedido el desastre, pero no lo creo.
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