Todo hombre necesita una mujer por la que echar la vida por la borda y yo la encontré a ella. Por ella dejé mi trabajo y mi familia, y la perseguí hasta aquí, hasta esta ciudad de calles desconocidas y habitantes hostiles. Lo anoto en la servilleta de este bar, por si alguien sigue mis pasos como yo sigo los de ella. O ésa es la excusa que me doy, pues bien sé que no hay nadie más. No hay nadie más en esta ciudad abandonada, en esta ciudad en el centro de la muerte, donde sólo estoy yo y el fantasma de un recuerdo que me persigue sin remedio.
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