miércoles, 23 de mayo de 2007

Fracasos tempranos

A mí lo que me gustaba eran los cuentos. Tenía volúmenes de cuentos rusos, cuentos alemanes, cuentos suecos. Cuentos chinos no, y quizás eso explica por qué me he movido siempre por la vida con extrema ingenuidad. Yo era el bueno, eso estaba claro, así que pensaba que al final sólo podía ganar y aprender una sencilla moraleja que mejoraría mi vida y la de los míos. Pero resultaba que luego nunca era así y perdía siempre, para mi sorpresa.

Lo de la literatura era más una intención que una realidad. Pensaba en dedicatorias, en títulos, en discursos de aceptación de premios, pero nunca escribía ni una sola palabra. Me ufanaba observando a los demás, riéndome secretamente mientras pensaba que tal o cual característica de esa persona quedaría muy bien para algún personaje de mis relatos nonatos, o que directamente convertiría a un amigo en un personaje para esa novela que nunca empezaba. Solía introducir en las conversaciones frases como "tengo una idea muy buena para un relato", pero lo cierto es que nunca empezaba a trabajar en ninguno.

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