viernes, 13 de abril de 2007

Identidad

Una mañana me desperté sintiendo que era cualquier otro. Al salir de mi piso, un impulso me llevó a introducir mi llave en la cerradura de la puerta vecina. Para mi sorpresa, pude abrirla. Probé en el resto de puertas: mi llave las abría todas. Así que fui entrando en los pisos ajenos con ánimo de investigar en la vida de mis vecinos y, por qué no admitirlo, robar lo que me gustara. Cuando me encontraba un piso habitado, reaccionaban con naturalidad, pues me tomaban por un miembro de la familia, ya que yo no era yo, sino cualquier otro. Cené con una familia árabe con la que mantuve una interesante conversación a pesar de que hablábamos en idiomas diferentes; me acosté con la vecina del 3º A, que solía lanzarme miradas desdeñosas cuando nos encontrábamos en el ascensor o en la escalera; desayuné con una amable pareja de ancianos que me tomó por su hijo o nieto. Con el tiempo, me acostumbré a llevar una vida distinta cada día y olvidé por completo quién había sido en el pasado. La verdad es que no me importaba mucho.

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