Patricia tiene 21 años, estudia filología inglesa y, lo que es seguramente el rasgo más raro de su carácter, me quiere. Posiblemente me quiere más de lo que nadie me haya querido, aunque suene muy típico. Llora desconsoladamente cuando nos vamos a separar, como si sintiera que pierde algo valioso. Yo, claro está, no trato de sacarla de su error y disfruto de mi buena suerte.
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