lunes, 30 de mayo de 2005

El niño

(Publicado originalmente en El Otro Diario)

Aquella mañana Juan decidió volver a ser niño, pero ante su familia actuó con naturalidad para que no sospecharan de sus intenciones. Así, después del desayuno, le dio un beso a su mujer, y llevó a los niños al colegio, como todos los días. Sin embargo, una vez allí, en lugar de despedirse y dirigirse a la oficina, insistió en acompañar a Pedro, el menor, a clase. A pesar de las protestas del pequeño, que no quería que su reputación se resintiese ante sus compañeros, Juan entró en clase con él y, no contento con ello, procedió a sentarse en el pupitre que estaba detrás del de su hijo, no sin dificultades por la diferencia de medidas entre cuerpo y pupitre. Los alumnos respondieron a tan curioso acontecimiento con algunas risitas nerviosas, aunque prevalecía el estupor sobre cualquier otra manifestación del espíritu. Entonces entró la profesora:
- Buenos días, niños. ¿Habéis hecho los deberes que mandé para hoy? Recordad que… Pero señor García, ¿qué hace aquí? Si quiere hablar de las notas de Pedro tiene que pedir una cita, no entrar aquí y revolucionarme a los niños.
- He venido para asistir a clase –respondió Juan.
La profesora y los niños le miraron en silencio. Pedro tenía el rostro rojo de vergüenza.
- ¿Cómo que para asistir a clase? ¿Es para evaluarme? Sepa que soy una profesional y que nunca he recibido ninguna queja por mis métodos didácticos, señor García. Esto es un insulto.
- No, no me ha entendido. Quiero empezar de cero.
- ¿Empezar de cero?
- Sí, el otro día, mientras hacía la declaración de la renta, lo entendí todo. Hacía mucho tiempo que estaba deprimido y nada conseguía ayudarme. Mi psiquiatra me dijo que tenía que intentar recuperar las cosas que me hacían feliz. Y el otro día, como digo, por fin me di cuenta de que la época más feliz de mi vida había sido la infancia. Finalmente esta mañana al afeitarme decidí que la única manera de recuperar la felicidad de la infancia era volver a ser niño, así que aquí estoy.
- Creo que no le entiendo. ¿Es una broma?
- En absoluto. Para su tranquilidad le diré que si no me sale bien lo dejaré y probaré otra cosa. Supongo que me va a costar bastante convencer a mis padres para que me dejen volver a vivir con ellos.
- Pero eso no puede ser, señor García. Es usted un adulto.
- ¿Hay alguna ley que prohíba que un hombre sea un niño?
- Eh… Pues no lo sé… ¡Pero esto es absurdo! ¡Está usted loco!
- ¿Por qué? Sólo quiero volver a descubrir el mundo, creer en la magia, inventar explicaciones alocadas a misterios como “de dónde vienen los niños”, que me cuiden, me compren la ropa, me hagan la comida, comer helados, caramelos y chucherías sin preocuparme por el colesterol. Sólo quiero poder dormir por las noches sin pensar en facturas y albaranes y bañarme en la playa creyendo que el verano es eterno. Puede que esté loco, ¿pero es algo tan malo?

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