En el año 2005, la situación se ha vuelto insostenible para la Iglesia Católica. Ante el acoso satánico de Zapatero, la Conferencia Episcopal se radicaliza hasta extremos insospechados, lo que lleva a la creación a principios de año del Frente Guerrillero Episcopal, formado por el sector duro de la Iglesia. Pronto, una serie de atentados asolan la geografía española, llevando el caos y el terror a laicos de toda condición. Desde Sierra Morena, donde se ocultan los guerrilleros, Monseñor R. lanza proclamas contra el Gobierno urgiendo a los feligreses a levantarse en armas contra el ateísmo, la homosexualidad y el rojerío patrios.
En marzo, en una espectacular acción, obispos armados toman al asalto una biblioteca de Cuenca, procediendo acto seguido a sacar en préstamo libros con la intención confesa de no devolverlos. La intelectualidad en pleno de la ciudad, ante tal tropelía, se suicida. El cuerpo es enterrado con todos los honores.
A mediados de abril, el Frente Guerrillero Episcopal toma como rehenes a siete periodistas del corazón y amenaza con decapitarlos si el Gobierno no acepta sus demandas. El gobierno cede al clamor popular y permite que los periodistas sean ejecutados.
En junio, la columna de sacerdotes del Che (obispo de Valencia) intenta tomar Madrid, pero desafortunadamente alcanzan la capital durante la celebración del Día del Orgullo Gay. Superados en número y pobremente equipados con agua bendita y hostias, los curas son derrotados con contundencia.
En agosto se cancelan todas las operaciones militares por las vacaciones.
A principios de septiembre, un grupo de sacerdotes armados con un perfecto bronceado toman el Congreso de los Diputados. Lamentablemente, encuentran el lugar vacío.
En noviembre empiezan a aparecer disensiones en el bando episcopal ante la escasez de vino de misa y la proliferación de acusaciones de homosexualidad entre los guerrilleros. Pronto comienzan las escisiones (obispos nacionalistas, obispos comunistas, bueno, de estos no, etc) y poco más tarde, tras prometer el Gobierno una amnistía a los obispos que abandonaran las armas, las deserciones en masa.
A finales de año, los últimos focos de resistencia en las montañas son neutralizados, capturando así a los pocos obispos que continuaban combatiendo. Algunos (dos) deciden inmolarse antes que entregarse al enemigo, pero cambian de opinión al no ponerse de acuerdo en quién sería el primero. De esta forma, y tras casi un año de lucha, la Revolución Episcopal llega a su fin.
(Ficción, puede que no ocurra)
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