Paco había dejado despreocupadamente el yogur sobre la mesa mientras cogía el teléfono. De pronto, sin motivo aparente, el bífidus activo y el muesli iniciaron una serie de reacciones químicas que cambiaron la composición del yogur hasta convertirlo en una potente bomba de hidrógeno. Cuando Paco abrió el yogur con la sana intención de comérselo, la ciudad quedó totalmente arrasada.
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