Iba hoy en el autobús -al cual, por cierto, le han cambiado la parada, logrando con ello desorientarme de mala manera- rememorando los días pasados en Vigo y llegué a la siguiente conclusión: yo sería buen padre. Repasemos mis hazañas:
En un paseo que nos dieron en lancha por la ría nos acompañó la encantadora hija de 6 años del que con suma maestría comandaba la nave, si es que es correcto llamar nave a una embarcación de esa eslora. Pues bien, a causa de un comentario jocoso que hice acerca de saltar desde el muelle hasta la lancha casi consigo que la niña se tire al agua. Para hacerla desistir de sus propósitos natatorios le dije que había un muxo -creo que en castellano es "mújol"- con cara de mala leche presto para atacarla. La niña escudriñó atentamente el agua sin llegar a ver al pez surgido de mi imaginación, pero hábilmente conseguí convencerla de que existía hablando con seriedad (a veces soy capaz).
Una vez embarcados, mientras hacíamos una parada para efectuar reparaciones junto al barco de unos honrados marineros que cometían acciones ilícitas cuya naturaleza no nos atrevimos a preguntar, le aseguré que por las noches me vestía de Peter Pan y me iba a los bares a ligar. No me miren mal, mi comentario estaba motivado por la admiración hacia el personaje que la niña decía tener (en realidad sólo dijo que había visto la película... pero para película la que me monté yo en un segundo). Lara no sabía si secundarme o decir la verdad.
Más tarde, la niña empezó a quejarse de picor en un tobillo, ocasión que aproveché para decir alegremente "eso es que te ha mordido un muxo". Téngase en cuenta que estábamos sentados en la proa con las piernas colgando por el exterior de la embarcación, aunque en ningún momento llegaban a tocar el agua y mucho menos las de ella, cortas como dicta la tradición en niñas de esa edad. La adorable chiquilla respondió a mi información gritando "¡¡¡Papáaaaa, me ha picado un muxo!!!"
Yo pensé en saltar por la borda.
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