Amaneció y después de tener noticia de que mi madre padece un dolor facial atípico me colé en el estudio, más tarde en la cama de K, haciéndole cosquillas para que se despertase... pero el hombre más bueno del mundo no lograba desperezarse y pasé al segundo plan, las caricias, a las que respondió con un par de manotazos y patadas. En fin... ser cariñosa para estas recompensas...
Después de este inciso difamatorio escrito por Lara, pasemos a contar lo que sucedió: echamos a suertes dónde comer y salió elegido el restaurante chino, donde degustamos ricos y exóticos manjares de Oriente. A la hora de pagar la china creyó que trataba de timarla, pero mil disculpas y una sonrisa la disuadieron de utilizarme para el postre. Tras esto fuimos a echar una siestecita en el estudio, pero Lariña tuvo que marcharse para que sus padres no pensaran que se tiraba el día fornicando alegremente. Roberto y yo quedamos en brazos de Morfeo. A la tarde-noche Lara nos llamó para quedar en la calle del Príncipe e ir por ahí de bareto, pero cuál fue nuestra sorpresa (sobre todo mía) cuando junto a Lara nos encontramos a su padre que, con una encantadora sonrisa, nos invitaba a subir en su flamante coche e ir por ahí a tomar pulpo. La del pulpo es la que me van a dar a mí, pensé, pero finalmente nos tomamos unas cervezas como gente civilizada (no como hooligans) mientras comíamos y sin que hubiera referencias a la vida sexual de su hija. Luego fuimos de bar en bar y nos alcoholizamos felices y satisfechos, lo que hizo que empezara a cantar por la calle canciones de Los Rodríguez, avergonzando así a mis acompañantes (aunque luego Lara se unió a mis cantos). Finalmente fuimos a nuestro pisín donde dormimos un ratito, hasta que a las cinco y media Lara llamó a un taxi para que los padres no comunicaran su desaparición a la Guardia Civil.
Luego el sueño me acogió en su seno como una madre no castradora.
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