A algunas mujeres les sienta bien ser una zorra. Te ríes mucho con ellas cuando muestran su total desprecio por toda moral o hacen algún comentario que haría llorar a Stalin. Otras, por el contrario, no tienen esa gracia natural para ser una hija de puta y enseguida caen rematadamente mal. No es fácil ser una zorra del infierno, se necesita cierto tipo de talento para encajar en el perfil de femme fatale sin escrúpulos que pisotea corazones ajenos con una sonrisa encantadora.
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