Gilipollas
Sí, señores, soy gilipollas. Resulta que hoy Irene me saludó y no le devolví el saludo. Pero contemos la historia como sucedió: ella se aproximaba, yo fui a toser y, como soy de natural educado, me llevé la mano a la boca (para tapármela como mandan los cánones). Ella interpretó el gesto como un saludo (al ver ascender la mano, supongo), así que, con una cálida y preciosa sonrisa, me saludó graciosamente con su delicada mano. Yo, como un gilipollas, me limité a toser.
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