Los apartados

Nos reconocemos por la mirada agotada, el gesto serio, los hombros encorvados. Y apartamos la vista porque es como mirar un espejo que nos recuerda lo que más deseamos olvidar.

La feria

Me llevan a la feria del libro de Las Palmas. Gastos pagados, como si fuera alguien importante. Incluso hay un coche esperándome en el aeropuerto. Es todo muy extraño, pero me encantaría acostumbrarme a esto.

El juego

A veces acuden, obedientes, las palabras. Sólo porque lo quieren así, no tengo ningún control sobre ellas. Pero juegan a mostrarse dóciles y me echan una mano. Bien saben que la necesito.

Sueño 2

Sueño que estoy sentado en un banco esperando vete a saber qué (creo que a un amigo). Un hombre habla por teléfono frente a mí. Curiosamente, está describiendo mi última novela. Le dice a su interlocutor lo mucho que le ha gustado y que debería leerla. Una obra cojonuda, divertidísima. Cuando termina de hablar, me levanto eufórico para decirle que soy el autor. Él se muestra estupefacto ante esta coincidencia (ignora que nos encontramos en un sueño, supongo). Vamos a tomar algo para celebrar la literatura y las casualidades. No hay explicación alguna, pero, al rato, el hombre se ha ausentado del bar (despedida a la francesa) y ahora los clientes tenemos que abandonarlo en paracaídas, pues estamos a gran altitud. El admirador de mi obra me ha dejado un montón de papeles, veo que en uno de ellos me ha escrito que, por favor, le dedique en el futuro próximo alguna de mis novelas. Tengo los papeles bien sujetos, pero sé que voy a perderlos en cuanto me arroje en paracaídas. Por suerte, allí se encuentra un amigo, quizá la persona con la que iba a encontrarme en un primer momento, y tiene en su poder una carpeta mía de gran tamaño. Le pido que me la entregue, pero me contesta que abajo, cuando aterricemos. Le grito que no, pero salta mientras yo, como un gilipollas, no puedo ni hacer gestos amenazantes al estar sujetando los papeles.

Sueño 1

Sueño que vamos a almorzar, pero no tenemos pan en casa, así que Sonia y yo decidimos bajar juntos a por él. Al final de las escaleras nos encontramos a una vecina que intenta ayudar a un mendigo de avanzada edad a entrar en el hogar de este último: tras una puerta destartalada (básicamente, unos tablones), un piso en ruinas, como si hubiera sufrido un incendio o la explosión de una bomba. Intercambio algunas palabras con la mujer y el anciano mientras Sonia se dirige al portalón del patio. Cuando salgo, veo que otros mendigos le están hablando con suma agresividad. Les recrimino su actitud mientras le indico a Sonia que vuelva para casa para quitarse del peligro, cosa que hace. Sólo recibo miradas torvas como respuesta. Me giro para volver al hogar, el ambiente está demasiado caldeado, pero únicamente me dejan dar unos pasos, puesto que una mano me coge del hombro y, al volverme, me clavan repetidas veces en la tripa un objeto afilado (tengo tiempo para observar que no se trata de un cuchillo).

Esto para tu funeral, me dice el indigente que me manda al otro barrio. No se le puede llamar la atención a la gente ni en sueños.

Sin límites

Gracias a la literatura puedes conseguir que un famoso haga un cameo en una historia tuya sin tener que pagar ni pedir permiso.

La paradoja

Mi vida ha sido una larga lucha para demostrar a los demás algo en lo que yo tampoco creo: que valgo.

Autoayuda

Visualiza sólo el éxito y así no estarás preparado para el fracaso.

Conducción autónoma

—Conducir está bien, pero flaquea como actividad cultural.

—¿Qué?

—En el transporte público puedes ir leyendo cómodamente (si tienes la fortuna de encontrar asiento), cosa que no puedes hacer frente al volante por aquello de la seguridad vial. Sí, conducir es una actividad dinámica e incluso social (sobre todo cuando insultas a voz en grito a otro conductor), pero prefiero la calma introspectiva de la lectura mientras otro se encarga de llevarte.

Revés

«Fue un error no intentarlo», le repite ella con cierto aire de nostalgia, «aunque no habría funcionado, eso que te quede claro».

Hambre de vida

Trabajaba muy duro para permitirse disfrutar de la vida cuando fuera demasiado tarde.

Ambiente

—¿Qué tal la cita?
—Todo hubiera ido bien de haberle podido transmitir la banda sonora de mi cabeza.

Tramas

—Para escribir hace falta una historia que contar.

—¿Ves? Vivir es mucho más sencillo.

Historias de juventud

Era el fin de una época y, mucho más triste, el de un mundo que nunca existió.

Objetivos

Por qué no desconocidos parándote por la calle para decirte que están orgullosos de ti porque te han confundido con otra persona.

El coleccionista

La idea era coleccionar experiencias y emociones diferentes en vez de una y otra vez el fracaso, pero al final se decantaba siempre por lo seguro.

Baby steps

En un intento de adaptarse a los nuevos tiempos de corrección política, el ejército declaró que el soldado había sido fusilado por excesivamente prudente y no por cobardía.

Capítulo 7000

Publiqué tres novelas en ocho años. Esto no tiene demasiado mérito, pues el carecer de vida social ayuda a no sufrir distracciones. Ahora bien, la parte difícil no es escribir una novela o publicarla (aunque ambas cosas son muy complicadas), sino que te lean. ¿Cómo lograr una oportunidad? Hay que llamar la atención de alguna manera, pero sin hacer el ridículo o molestar. Lo ideal sería recibir el beneplácito de algún crítico influyente que dirigiera la mirada del público lector a tu obra, pero no hay tiempo para un autor desconocido, hay muchas editoriales importantes de las que hablar, innumerables novedades, blablablá. No, uno necesitaría una inesperada intervención de la caprichosa Fortuna para cambiar el natural orden de las cosas.

Resumen

Yo soy yo y mis excusas.

La novela realista

—Quería que mi novela fuera de todo y, al final, no va de nada.

—Pues real como la vida misma.

Zen

Todas las soluciones para el problema del tráfico eran demasiado caras, por lo que las autoridades decidieron que lo mejor era que los coches llevaran escritos haikus en la parte trasera para que los conductores pudieran reflexionar en los atascos.

Eterna derrota

—Yo jamás me rindo.

—Es meritorio, sí, pero poco productivo.

De la lucidez

—La vida es demasiado corta para perderla viendo películas malas.

—Ojalá aplicar el mismo criterio a la hora de vivir experiencias.

Optimismo

Todavía estoy aprendiendo, pienso mientras las fuerzas me van abandonando en las arenas movedizas de la derrota.

Formalismo

Hay que cuidar las formas porque el fondo ya no tiene remedio. Además, cabe la ínfima posibilidad de que alguien esté mirándonos (no somos lo bastante interesantes para competir con la miríada de distracciones del mundo moderno, pero nunca se sabe).

Jaque

—Si la vida es como una partida de ajedrez, hay que vivirla de manera que importe y luego haya gente que la estudie y analice.

—Uf, ¿y que vean todos tus errores? Quita, quita.

Misterios

Que yo te eligiera a ti no tiene ningún mérito, era una decisión lógica y sencilla, pero que tú me eligieras a mí, año tras año, es inexplicable (y terriblemente beneficioso para mí). Donde todo el mundo veía motivos para el no permanente, tú encontraste un resquicio para un sí rotundo. Uno de los grandes misterios de nuestro tiempo.

Y ahora a esperar a la muerte

—Bueno, por fin nos hemos asentado en la vida.

—Sí. Y ahora a esperar a la muerte.

—Qué manera tan negativa de ver las cosas.

—Au contraire. Es la recompensa al duro esfuerzo de vivir.

Ahora sí

—Pienso ahora, que ya he gastado más de la mitad de mi vida, en todas las veces que creí que iba a derribar la puerta.

—¿Crees que no habrá más ocasiones?

—Tampoco las había antes, en realidad, sólo la creencia de que sí, a causa de la inexperiencia.

A la muerte de Paul Auster

Recuerdo que le regalé un libro suyo a una chica en nuestro primer encuentro (no habría muchos más) para animarla a escribir (no me hizo caso tampoco en esto). El libro era A salto de mata, donde contaba sus inicios literarios y su firme propósito de no dedicarse profesionalmente a nada que no fuera la literatura. Sí, mi regalo también era una declaración de intenciones o, al menos, un deseo de justificarme. Oye, nena, yo soy un artista, que cantaban los Siniestro Total. Pero qué joven aspirante no ha soñado con triunfar, claro. Luego la vida te pone en tu sitio, uno mucho más diminuto de lo que siempre temiste, y sólo te queda echar la vista atrás y recordar que ibas a cambiar el mundo, sí, pero algo se torció vete a saber cuándo, dónde y por qué.

La esencia de esto

Es importante anotar unas líneas apresuradas en cualquier sitio mientras la vida se consume a nuestras espaldas.