Un exceso de realidad mata la imaginación. Y, desde luego, el papeleo es lo más alejado de la creación literaria, con su lenguaje burocrático y falsamente objetivo para no ofender a nadie con las entendederas muy cortas y la piel muy fina. Quién pudiera librarse de estas cadenas y correr libre por la blanca página (y llenarla de tonterías, claro).
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