Dicen que es en tus peores momentos cuando descubres quiénes son tus verdaderos amigos. Del mismo modo, también ves sin caretas a otros y no es una visión agradable. Por ejemplo, quien te acusa de utilizar la muerte de tu padre como excusa. Lo más sorprendente del asunto es que lo que sentí en aquel momento fue sobre todo cansancio, no ira o indignación. Como si de manera instantánea, casi natural, entendiera que no valía la pena enfadarme, pues me encontraba ante un tipo miserable y punto. La pereza de tener que lidiar encima con alguien así cuando estás en el fango.
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