Empezar un año sin planes literarios o editoriales podría servir a mis detractores (en el caso de ser lo bastante importante como para tenerlos) de base a una crítica personal. ¡Qué poca planificación, qué incompetencia, qué vagancia! Etcétera. Sin embargo, también podríamos valorarlo de manera positiva: menos posibilidad de decepciones.
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