Me escribió mi hermano para contarme que ya se llevaban el coche de papá. Me entristeció de la forma más absurda, como si este hecho convirtiera en definitiva su ausencia. Porque durante años la presencia del coche en la puerta significaba que mi padre estaba en casa, que acababa de llegar o que iba a salir. Pero ya no. Ya no estará nunca. Salvo sus cenizas en el jardín.
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