Diecisiete años de blog

«On n'est pas sérieux, quand on a dix-sept ans», que dijera Rimbaud. Tampoco puedes pedirle responsabilidad a un blog que todavía no ha alcanzado la edad penal. ¿Qué sabe de la vida? Para él no ha pasado tanto tiempo y es que estamos hablando de algo muy relativo. Pensemos, por ejemplo, que cuando lo abrí sólo habían pasado diez meses desde que Alba me dejara por otro, aunque entonces me parecían una eternidad. ¿Qué son diez meses diecisiete años después? Pues un suspiro, claro, aunque ésta sea una expresión bastante manida. Un parpadeo, que también. Te despistas y la vida te roba la cartera. Que tampoco es que llevaras mucho en ella, pero es feo. Están los principios y todo eso. Yo siempre fui un tipo de principios que enseguida se truncaban. Y de finales. Los finales ya estaban implícitos en todo lo que comenzaba, para mi desgracia. Pero es mejor no dejar las cosas inconclusas, ¿verdad? Qué va, el que dijo eso era un gilipollas. O un mentiroso, que todo puede ser. En cualquier caso, a mí esto de la vida siempre se me ha dado bastante mal, era más sencillo escribir sobre ella. Tampoco quiere decir que se me diera bien esto último, pero narrada parecía mejor vivida. Una historia con Babeth (cuatro años tenía el blog) quedaba más resultona, hasta épica, no una continua persecución desesperada. Siempre se miente al dar forma a los recuerdos en una secuencia más o menos ordenada. Cuando mi realidad siempre se ha asemejado más bien a the ramblings of a madman, que dicen los anglosajones. No importa. Uno escribe para enmendarse, entiéndase esto como se quiera. Siete años de blog cuando apareció Sonia, que se ha dedicado la última década a intentar hacer de mí una persona de provecho. Para que luego digan que las mujeres son más sensatas que los hombres. Pero el blog es joven y no comprende nada de esto, lo aburro con mis historias de hombre derrotado cuando él apenas está empezando a vivir.