«Me ha escrito un mensaje lleno de odio, después de todos estos años», me dice un amigo. Yo le envidio con sinceridad, puesto que a mí nadie me tiene ese rencor. No es que ser odiado sea objetivamente admirable, pero al menos es una emoción, un sentimiento. No como la indiferencia, que es la total ausencia de interés. Aunque, puestos a elegir, preferiría ser objeto de nostalgia o admiración, pero eso ya sería pasarse pidiendo.
1 comentario:
Alguien habrá por ahí
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