—Coño, qué honor.
—No tiene un busto de Palas Atenea donde posarme en forma de cuervo, ¿verdad?
—La verdad es que el noble arte de tener bustos en casa se está perdiendo.
—¿Y un gato negro?
—Soy más de perros. Tampoco tengo un corazón bajo el suelo ni toneles de amontillado.
—Pues no va a ser esto lo mismo, no.
—Vaya, lo siento.
—¿Le he dicho ya que soy Poe?
—Sí. Además, se le nota por el bigote.
—A veces me aparezco ante aspirantes a artistas para darles consejos. ¿Quiere escucharlos?
—¡Por supuesto! Soy un gran admirador de su obra.
—Bien, el primero es que se aseguren de que está muerto antes de enterrarlo.
—Ajá, como en El entierro prematuro, sí. Le daré instrucciones a mi abogado. ¿Qué más?
—Cásese con su prima de trece años.
—Eso ya me parece menos loable.
—Lo mismo decía Jerry Lee Lewis, pero al final me hizo caso.
Publicado en el número 31 de Obituario.
1 comentario:
Qué maravilla.
Publicar un comentario