Me crucé en la calle con unas adolescentes y, llevado por la costumbre de la semana pasada, a punto estuve de saludarlas. Pero no eran mis alumnas, sino unas desconocidas. Pensé entonces en preguntarles si querían unas clases literarias gratuitas. Por suerte, algo me dijo que habría sido una mala idea.
1 comentario:
Ofrézcale unos caramelos que tiene usted dentro de su furgoneta. Con suerte el padre de alguna de ellas será guardia civil y habrán acabado todos sus problemas.
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