Existir es absurdo y nuestro tiempo es limitado. Como los yogures, tenemos fecha de caducidad. ¿Por qué vivir para tener que morir?, nos preguntamos. Nos parece injusto y como niños nos negamos a aceptar la realidad inventando religiones que nos prometen que habrá algo más después del último acto. Miles de millones de personas han pisado el planeta y no sabemos nada de ellas. Somos anónimos aunque nos creamos especiales e importantes. Estamos condenados a desaparecer, con todos nuestros recuerdos.
Por suerte, la muerte siempre nos parece algo muy lejano. Algo que les pasa a otros, no a nosotros. De alguna manera estamos convencidos de que a nosotros no nos tocará. Llegado el momento, engañaremos a la muerte. ¿Cómo vamos a desaparecer, si siempre hemos existido desde que tenemos uso de razón? Porque la realidad funciona con respecto a nosotros y no al revés, pensamos.
Vivir, paradójicamente, nos acerca a la muerte, que es sin duda el gran tema. El final de todo esto. No más amor. No más conversaciones filosóficas con los amigos en los bares. No más canciones. «Esto también pasará».
4 comentarios:
Pero ahí andamos.
(El comentario suprimido era mío, es que ha salido repetido). (Vamos, que no se coma mucho el coco con ello, que lo veo yo a Usted muy capaz de atormentarse por no identificar el origen del comentario suprimido, o algo).
Terrible. El texto no, la muerte y todo eso.
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