sábado, 30 de mayo de 2015

Entregarse a la indolencia

Y otros conjuros para agotar el tiempo. Cerré los ojos, pero luego los volví a abrir. Todo seguía igual. Nada había cambiado. Pero ¿qué iba a cambiar? Sólo la percepción o alguna estupidez por el estilo. Cerré de nuevo los ojos, sólo por probar, pero todo siguió igual. Inalterable. Cambiar la realidad con un pestañeo. Como la bruja aquella de la televisión, que movía la nariz. Encendí la radio, por engañar al silencio. Leonard Cohen cantaba: Yes, I might go to sleep but kindly leave, leave the future, leave it open. El futuro. Dejar abierto el futuro. Eso sonaba bien. Me levanté de la cama, crucé a grandes pasos la habitación y abrí la puerta. Un largo y oscuro pasillo en completo silencio. El futuro, me dije, volviendo a la cama (sin cerrar la puerta, por si acaso alguien me buscaba).

1 comentario:

Microalgo dijo...

Es la de la calle la que hay que abrir si uno quiere a) que otra persona le encuentre o b) que le roben la tele.