La anciana asestó un manotazo a la mosca y luego la arrojó al horno, preguntándose durante un instante si el insecto pensaría que había sido condenado al infierno.
Yo confieso que, cuando puedo, tiro a los bichos vivos por la ventana. Siempre que no sean vertebrados, claro. A esos el salto de un cuarto piso no les suele sentar bien.
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Yo confieso que, cuando puedo, tiro a los bichos vivos por la ventana. Siempre que no sean vertebrados, claro. A esos el salto de un cuarto piso no les suele sentar bien.
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