—Noé, escúchame atentamente: soy Dios y voy a aniquilar a la humanidad.
—Señor, ¿no es una solución un tanto radical?
—No me discutas, que sé lo que hago. Verás, podría acabar sólo con la especie humana, que para algo soy Dios, ¿pero para qué discriminar? He decidido mandar un diluvio universal que acabe con toda la vida del planeta.
—¿Con toda?
—Sí, pero para empezar de nuevo. Voy a reiniciar el sistema.
—¿Qué?
—Nada, no lo entenderías, que no eres Dios. Mira, esto es lo que necesito que hagas: tienes que fabricar un gran barco en medio del desierto.
—¿En el desierto? ¿Y de dónde saco la madera?
—Dios proveerá. El barco ha de tener las siguientes medidas: trescientos codos de longitud, quince de alto y cincuenta de ancho. Luego has de meter en él una pareja de cada especie animal, para que sobrevivan al diluvio y así volver a poblar el mundo.
—Esto... Señor, es un barco enorme, sin duda, pero es imposible que quepan en él todas las especies animales.
—No entiendes nada: gracias a mi poder divino, cabrán todas en él; yo haré que haya espacio suficiente.
—¿Y no podría construir una maqueta y usar luego tu poder divino para que quepan las especies animales en ella? Facilitaría mucho la tarea.
—¿Osas discutir a Dios? ¿Quieres que le proponga esto a otra familia?
—No, no, por Dios.
4 comentarios:
El plan divino de aniquilar la vida en el planeta a base de agua tiene, evidentemente, alguna grietecilla.
Los pececitos, por poner un poner. O las microalgas, sin ir más lejos. Ah, que no se había inventado todavía el microscopio (o Dios no había inspirado su invención, he querido decir) y por eso no se alude a ellas en la Biblia.
Ya, ya. Claro, claro.
Me gustaría saber qué tamaño debería haber tenido un barco para que realmente cupiera en él una pareja de cada esecie. Seguro que era como un país.
La historia, evidentemente, hace aguas por todos lados, y nunca mejor dicho, pero es de una potencia narrativa bestial, como buena parte del AT, que me río yo del realismo mágico.
Creo, Maese Javier, que Linneo intentó el cálculo. Y como era muy creyente... lo abandonó.
(Nada más que de escarabajos hay cerca de un millón de especies. eso hacen dos millones de escarabajos).
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