miércoles, 25 de septiembre de 2013
El peine del ciego
En mi barrio había un ciego. Esto de por sí no parece muy interesante, pero despertaba mi curiosidad infantil por un motivo principal: el peine que siempre llevaba en el bolsillo de la camisa. ¿Por qué se peinaría un ciego?, me preguntaba yo entonces. Y el caso es que él siempre iba excelentemente bien peinado. Estaba claro que le habían enseñado a hacerlo así y él lo repetía sin planteárselo demasiado. Se peinaba para los videntes, era un gesto de cortesía o, a mí me lo parecía, de sumisión. Yo, si fuera ciego, no perdería el tiempo en peinarme, pensaba. Que se jodan, no estoy para hacer concesiones a los que tienen la suerte de ver, era mi queja imaginaria. Pero también me fijé en que siempre iba conjuntado, lo que me planteaba dudas acerca del modus operandi de los invidentes cuando van a comprar ropa.
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3 comentarios:
¿Y si el ciego ligaba más que Usted?
¿Hein?
Imagino que sí, que yo era un niño.
Uh. Lo mismo ligaba y ni se daba cuenta (que, a esas edades, a todos nos ha pasado).
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