viernes, 16 de agosto de 2013

Traducción al silencio

Ahora que se acerca mi trigésimo quinto cumpleaños, me da por echar la vista atrás. Sobre todo en este blog, que para algo tiene que valer registrar vivencias y pensamientos (llamémoslos así) durante más de nueve años. Uno pensaría que se vería una evolución, pero no; creo que las epifanías me las he dejado por el camino. Empecé a escribir aquí cuando tenía veinticinco años, era tan joven (aunque yo no me sentía especialmente joven, sentirse joven es de viejos), tan ingenuo. No es que haya cambiado gran cosa, aunque tengo más canas (tampoco muchas, creo). Qué sabe usted del mundo, podría preguntarme alguien y yo no sabría bien qué responder. Pues que huele mal, por ejemplo. No te fíes de las mujeres, que te atraen con sus bellos colores y luego te devoran (si tienes suerte). No te presentes a concursos de literatura, es una pérdida de tiempo. Pero en realidad estas cosas uno las dice por decir, como entonces, que tampoco es que hayamos aprendido mucho en todo este tiempo.

3 comentarios:

Ficticia dijo...

Pues yo diría que sí ha cambiado usted, Sr. Noguera, quizá no aprendido, pero sí cambiado... pero qué sé yo que soy una simple espectadora (habitualmente) silenciosa.

Gabriel Noguera dijo...

¡Espero que haya sido un cambio a mejor!

Microalgo dijo...

Los mejores personajes de Stefano Benni son los niños y los viejos, tal vez porque los primeros están aún libres de pecado, y a los últimos se les han perdonado ya los suyos, a base de expiarlos sufriendo.

En el ínterin, nos toca ir cagándola. O, como dice Cortázar, a fin de cuentas "la vida es una cebolla y hay que pelarla llorando".