El autor se sentó ante el ordenador con determinación. Por fin iba a escribir la novela, por fin iba a dar el gran paso. Esa noche no durmió, dedicó todas las horas nocturnas a redactar a velocidad de vértigo. Todo encajaba, iba tomando forma la historia que lo llevaría al Olimpo literario. Pero cuando llegó el amanecer estaba muy cansado. Se había terminado el impulso. Ni siquiera tenía fuerzas para releer lo escrito. Había fracasado, ¿dónde encontraría energía ahora? Se metió en la cama preguntándose si más tarde podría transformar lo escrito en un relato o dos.
1 comentario:
Paciencia. Déjelo reposar. Y no vuelva a fumar esas cosas, que son caca.
Publicar un comentario