lunes, 21 de enero de 2013

El hombre que creía ser Paul Auster (3)

Hoy he dado una rueda de prensa para hablar de mi nueva novela. Le expliqué a mi agente que ni siquiera la he empezado, pero él insistió: piensa que es el tráiler de una película, me dijo. Y ahí me he visto frente a los periodistas, que me preguntaban por un argumento que no tengo. Para despistar, les hablé de la creación literaria. Les conté mi rutina de merodear cerca del ordenador hasta que la idea se confiara y pudiera saltar sobre ella. Luego dije que la novela es un contrato fijo y que los relatos son pequeñas chapuzas esporádicas; la madurez consiste en abandonar los trabajos eventuales. Sin embargo, me siguieron preguntando por el argumento de la novela. Confesé entonces que no era tanto una novela, sino una intención. Una intención de novela. Como parecían prestos a redactar artículos en mi contra, improvisé un argumento. Va de una mujer que abandona a su marido para hacer el mal por el mundo, dije. Una periodista quiso saber entonces si era un alegato machista, si una mujer sólo puede ser buena al lado de un hombre o qué. Yo pensé que esto en el fondo era buena publicidad, así que me encogí de hombros.

1 comentario:

Microalgo dijo...

Así le pasó a Cortázar, que no maduró nunca...