Me acerco a un mercadillo a comprar artículos de nula necesidad y me encuentro allí, detrás de un puesto de objetos raros, a Herralde o un gitano que se le parece. Todo el mundo sabe que los editores de culto son seres excéntricos, así que cabe la posibilidad de que sea él de incógnito, por lo que decido arriesgarme y le digo buenos días. Reacciona como si no le hubiera reconocido y me pregunta con marcado acento andaluz si hay algo que me interese. Le guiño un ojo y contesto que sí: publicar. Él se encoge de hombros un tanto incómodo y responde que de eso no sabe nada. Yo suspiro ante la enésima negativa de un editor.
1 comentario:
Pruebe con la amenaza velada...
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