—Aquí donde me ve, soy la joven promesa de las letras españolas.
—Yo tengo que pagar muchas. Es tan cara la vida.
—No me ha entendido usted, lo que quiero decir es que soy escritor.
—Ah. ¿Y qué escribe?
—Cuentos absurdos. Pequeñas historias de desesperación. Tragedias cotidianas e inevitables.
—Yo soy peluquero.
—Me parece muy bien.
—Ser peluquero es como ser escritor, ¿no cree?
—No veo el paralelismo, la verdad.
—Sí, hombre, piense: usted tiene que cortar lo que sobra del relato, peinar su imaginación (en busca de ideas originales) y rizar el rizo.
—Oiga, todo eso está bastante traído por los pelos.
—¿Lo ve?
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