viernes, 1 de mayo de 2009
Vacaciones literarias en la muerte
Hola, llamaba para ofrecerle unas vacaciones literarias en la muerte. Verá, yo soy escritor, pero estoy desempleado. Las vacaciones son terribles para un escritor, ¿sabe? Yo lo sé bien, que llevo así toda la vida; pensando en qué escribir, pero sin escribir nada. Persiguiendo a mujeres con los pies en la tierra. Bonitos pies, bonitas piernas, mejor culo. Todo eso. No es vida. Bueno, es vida, pero no paga las facturas. La literatura tampoco, por lo que me han contado. Pero habrá que escribir. Por el arte. Por las mujeres que te leen y se emocionan porque tus escritos le recuerdan a otro que no eres tú. Aunque yo, ya se lo he dicho, no escribo mucho. Más bien nada. Vivo en el tercermundismo literario, soy el autor más secreto, secreto incluso para mí mismo. ¿Pero quién tiene tiempo para escribir cuando la vida está llena de mujeres? Mujeres que ocupan los días de otros. Yo tengo los días desocupados, me sobra el tiempo libre. Así que podría escribir vacaciones para otros, me he dicho, que sería una manera de acabar con mi asueto. Escribir una vida que no es, pero que podría ser, y podría ser porque existe sobre el papel. Una teoría, un proyecto. Lo de la muerte lo puse como broma, la verdad, pero también porque, si la realidad es la vida, la ficción tendrá que ser necesariamente la muerte. El no ser. Yo podría escribirle una vida diferente. Unas vacaciones de la realidad. Algo que es pero no es. No es pero es. Una potencia en acto o un acto en potencia. Abracadabra. Nada por aquí, nada por allá. Notas al margen de la vida. Notas a pie de página. Y todo por un módico precio.
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