Entra mi mujer. Como si esto fuera una obra de teatro, que creo que no lo es. Qué haces, me pregunta. Pienso, le contesto con lo que me parece un gesto sombrío, aunque la iluminación del cuarto es excesiva. En qué, me interroga. Ya me gustaría a mí saberlo, ya, pero no puedo contestar eso, pensaría que le estoy ocultando la verdad, así que miento. En la muerte, respondo. Siempre estás con lo mismo, se queja ella. Yo asiento.
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