Una pertinaz lluvia me cala hasta los huesos. Sesenta y dos kilos de poeta convertidos en un perro mojado. Un
rain dog, que cantaba Tom Waits. ¿Por qué no estás con ella?, me pregunta de súbito una voz. Es el hambre, ya nos conocemos. Me alegra que me haga esa pregunta, contesto, pero las razones de mi fracaso son múltiples y de una complejidad que para qué. Para qué, vaya respuesta, ni el peor político. El hambre se me queda mirando con una sonrisa sardónica. Yo decido ignorarlo y sigo braceando en la lluvia con una dignidad envidiable.
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