martes, 26 de agosto de 2008

Un verano

Era verano. Dormía solo en el pequeño estudio de la familia de L, pero ella venía todas las mañanas a verme. Me gustaba despertarme temprano, con el amanecer, y esperar tranquilamente leyendo La insoportable levedad del ser. Cuando llegaba, enseguida nos íbamos a la cama a follar. Siempre sin condón, practicando la marcha atrás. «De todos modos, seguro que soy estéril», le decía yo, y ella se reía. En cualquier caso, tuvimos suerte y no llegamos a lamentar la inconsciencia. Pasábamos el día entero en la cama y sólo salíamos de ella para comer algo. Era una vida agradable, cómoda.

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