—Sí, empezar de nuevo, ¿por qué no? Yo siempre empiezo de cero. Cada día.
—Qué derrotista es usted.
—Es la costumbre, nada más.
—Y exagerado.
—Tal vez. Pero a mí me gustaría pasarme la vida exagerándole al oído, señorita.
—Ahora le ha salido el galán que lleva dentro.
—Un galán derrotista, uno que bebe en todas las fiestas hasta perder el sentido. Uno que siempre tiene una cita preparada en el bolsillo.
—Me lo imagino.
—No se lo imagine: acompáñeme esta noche.
—Lo sigue intentando a pesar del derrotismo.
—Por supuesto. Derrotista siempre, pero nunca desertor.
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